MI EXILIO INTERIOR

jueves, 3 de diciembre de 2015

La Duda.

LA DUDA

Estoy sentada en un sillón, sola, en la casa de mi hermana en el campo. A través de la ventana veo el cielo de la tarde y las copas de las encinas ¡Qué buen sitio se han  buscado! Aquí viene el gatito, Romeo, pega un salto y se sienta en mi regazo. ¡Qué bonito es! Es casi cien por cien siamés, tan afectuoso, incluso pesado, como un perrito. Mi hermana, Pepón e Ignacio se han ido al pueblo, y tardarán, y volverán hasta aquí de cerveza. Mejor; en realidad sola y oyendo el silencio es como mejor me siento.

Voy a retomar mi diario. En esta última semana han pasado muchas cosas; y en la anterior. Estoy hecha un lío; es evidente que lo de Joaquín se ha acabado; era un canalla, aunque aún lo quiera. ¿Un tío de 48 años con una chavala de 19! ¡Cómo se aprovechó de su aura de político importante, progre, liberal, intelectual y culto, lector incluso de poesía, 100 años de honradez, que fumaba porros en el salón minimalista de su casa junto con su propio hijo y su amiga del instituto!  Caí como una gilipoyas; en cuanto pudo se la montó para que Nito no estuviera para meterme mano, después de una buena dosis de hashís.

Pero, ¿realmente es así de burda la cosa? Es lo que dice mi hermana, y hasta Nito, y es indudable que utilizó mi mitomanía, pero ¿no necesitaba cariño él también? No, las cosas no son tan fáciles.

El  caso es que ha sido el primer hombre serio de mi vida, y ha puesto el listón muy alto. ¡Con qué delicadeza, con qué lentitud me abrazaba y me besaba! ¡No hay comparación con los tontos del instituto!

Pero, ¡qué pronto decidió que todo se acababa! Los 100 años de honradez me buscaron un curro en Mercamadrid y su conciencia se quedó tranquila.

Me dijeron que esto sólo el tiempo lo curaba; pero que el cambio de aires y el estar entretenida ayudaba; entonces el Viernes de Dolores, en cuanto acabé en la oficina, cogí el autobús para esa playa del Sur de la que tan bien me habían hablado. Transbordo en Sevilla, yo solita, por primera vez en mi vida. Y me encuentro una aldea casi deshabitada, con un tiempo de perros ¡cómo para quitarme la melancolía!

Menos mal que apareció Ignacio. La verdad es que lo estoy utilizando descaradamente para olvidar al otro; pero bueno, él también a mí. Y ahora se ha venido conmigo a Frigiliana, y me habla de mudarse a Madrid, y mi hermana me dice que es muy majo; desde luego, cariñoso y sensible es, y se nota que es de verdad cuando le leo mis poemas y me dice que le gustan, como aquella tarde en la pensión. Pero es muy nervioso, yo creo que piensa demasiado en esa tía de Sevilla cuyo nombre ni sé ¿pensará en ella cuando hace el amor conmigo?

Voy a dar un paseo por el arroyo y la huerta; me estoy poniendo muy nerviosa.

La oropéndola está posada en la rama del cerezo, ya cubierta de hojas. Su atrevimiento de venir hasta aquí es señal de la tranquilidad del lugar. ¡Qué bien me siento sola! Pero no soy capaz de  estar así mucho tiempo.

Soy una idiota y no tengo remedio; la farsa monea, eso es lo que soy; pero no soy capaz de reprimir mis sentimientos y necesito mucho cariño ¡qué le voy a hacer!

¿Acaso quiero yo a este tío como para que se venga a vivir a Madrid? Por otra parte, si se empeña, yo no lo puedo evitar. Y ha dejado de beber desde el segundo día. Parece que le siento bien.

 *  *  *  *  *  *

¿Ahí están! ¡Qué voces! “¿Qué tal, Fátima, como van esas soledades?” dice mi hermana. Ignacio me da un beso y no dice nada. Huele a cerveza. “Bien, bien, aquí en el campo se está de puta madre, ¡ojalá pudiera vivir aquí yo también!”

“Bueno, nosotros nos vamos a acostar, y yo creo que Ignacio también, ¿no Ignacio? Jaja”, dice Pepón.

“Sí, yo yambién” dice Ignacio “¿Te vienes, Fátima? Es tarde”.

“Vale, dentro de un momentito estoy contigo; déjame acabar de escribir una cosa.”

Y a los diez minutos entré en el cuarto. La luz de la luna entraba por la ventana, y sólo se oía el cárabo. Ignacio estaba despierto, pensativo. Me abrazó y me besó. Desde el cuarto de al lado  se oían los aullidos de mi hermana haciendo el amor con Pepón. Nosotros también lo hicimos, pero yo no grité.


  

Un Tío Con Mala Suerte.

UN TIO CON MALA SUERTE.


"El que nace gilipoyas muere gilipoyas". Eso decía mi tío, y siempre sospeché que lo decía por mí. El caso es que un día estaba yo en el callejón con unos coleguitas fumándome unos petas y llega la pasma, me trinca, me pega un par de hostias y me pone en una rueda de reconocimiento. Y una tía pija guarra dice que yo fui el que la violé. ¡Yo, que lo único que hago es hacerme pajas! Bueno, menos cuando me la mamó la Bernarda en la escalera del castillo, aquella noche de verano, después de que pasara la procesión, cuando ya se había ido la gente, aunque de eso hace mucho tiempo. Total, que me caen por la cara 10 años. Y al poco de estar en el talego llega uno y me dice que la tía esa le ha clavado unas tijeras en el corazón al que la violó. ¿Y qué hago yo ahora? Podría meterme en líos de abogados, pero en este país la justicia es un cachondeo, como dijo aquel, y además ya me he acostumbrado al jaco;  lo que pasa es que  me deja muy tirado y sin ganas de líos, y después de todo aquí no se está tan mal, total ,para lo que hay fuera.  

Cuando Desperté el Angel Ya No Estaba Allí.




CUANDO DESPERTE EL ANGEL YA NO ESTABA ALLI.



Cuando desperté, el ángel ya no estaba allí. La busqué y pregunté por ella, pero no la encontré ni nadie me supo dar razón. Me tuve que acostumbrar a no besar ese pequeño y maravilloso  lunar que tenía en la comisura del labio. La olvidé, o eso creí. Luego rechacé a varios otros ángeles, porque no  tenían  nada tan celestial.  De pronto, pasado mucho tiempo, me topé con ella. El colmillo retorcido no dejaba  verle el lunar.