Casa de Campo en el Bosque, de Kaspar David Friederich. |
Esta es mi casa. Me gusta mucho. Es muy antigua; tengo una foto de ella que debe ser de alrededor de 1930, pero la casa data de mucho antes. En los mapas militares antiguos viene con su nombre y todo, "Casa El Pocito", junto a un cuadradito rojo. Está situada en el término de Almonaster la Real, en la comarca conocida como Sierra de Aracena, provincia de Huelva, España.
Me exilié en ella hace 23 años, porque la vida en las ciudades españolas se había hecho insoportable. Para mí, sobre todo, se trataba del ruido, del que Schopenhauer decía que "la capacidad para aguantarlo es inversamente proporcional a la inteligencia de la persona".
Yo quería estudiar y leer y en la ciudad no podía. Había ruidos de mil tipos distintos y provenían de todas partes - no merece la pena enumerar algo tan desagradable aquí. Y no es que mitifique la naturaleza, que a veces es cruel, pero aquí podía ver el cielo, las estrellas y la luna, conversar sin tener que gritar, oír hasta esos sutiles sonidos como el de un vaso al posarse en la mesa de madera durante una grata y relajada conversación bien regada.
Vista crepuscular. Tarde de noviembre. |
Fachada revocada con arcilla. |
Y ruidos sí que hay aquí también, o, mejor, sonidos: los pinos al mecerse con el viento; la lluvia; el trueno; los animales, desde el jabalí hasta el pájaro carpintero; pero, qué casualidad, estos no me molestan ni me desconcentran.
Desde luego hay muchos menos y de menor intensidad, pero sobre todo no están provocados por el hombre y su agresividad.
La casa está hecha de piedra y arcilla. El suelo es de barro (cuando se levantó para renovarlo aparecieron lajas de piedra de un suelo aún más antiguo) y el techo de vigas y alfajías de madera, sobre las que van las tejas.
Flores en el porche. Al fondo, el Andévalo. |
El camino. Castaños a los dos lados. |
El salón antes. |
En ella tengo mi biblioteca, y siempre que voy (porque ahora me he tenido que ausentar) encuentro algo que leer, bien porque hace tiempo que lo leí y ya no me acuerdo, bien porque no lo he leído, bien porque lo quiero leer otra vez. Siempre tengo la ilusión de mejorar tanto la casa como la biblioteca, limitada por la economía, claro. Pues como dijo Cicerón: "Si uno tiene una biblioteca y un jardín ya tiene todo lo que necesita".
.
.
Biblioteca. |
Azulejo con el nombre de la casa. |
En ella he pasado momentos buenos y también agobios muy grandes. Aquí guardo, aparte de mis libros, mis recuerdos, pequeños objetos bellos de nulo valor económico, pero que siempre he tenido conmigo y me recuerdan viajes, amigos o etapas de mi vida.
Azulejo mudéjar. |
Abajo se puede ver a Romeo, el gato. |
Por cierto, aquí encaja este bello poema de Juana de Ibarbourou:
OLOR FRUTAL
Con membrillos maduros
Perfumo los armarios,
Tiene toda mi ropa
Un aroma frutal que da a mi cuerpo
Un constante sabor a primavera.
Cuando de los estantes
Pulidos y profundos
Saco un brazado blanco
De ropa íntima,
Por el cuarto se esparce
Un ambiente de huerto.
¡Parece que tuviera en mis armarios
Preso al verano!
Ese perfume es mío. Besarás mil mujeres
Jóvenes y amorosas, mas ninguna
Te dará esta impresión de amor agreste
Que yo te doy.
Por eso, en mis armarios,
Guardo frutas maduras
Y entre los pliegues de la ropa íntima
Escondo, con manojos secos de vetiver,
Membrillos redondos y pintones.
Mi piel está impregnada
De esa fragancia viva.
Besarás mil mujeres, mas ninguna
Te dará esta impresión de arroyo y selva
Que yo te doy.
Por Juana de Ibarbourou
Volviendo a lo práctico, no hay frigorífico. No sé si a Juana le gustaría eso. El grosor de los muros, y el doblado, que hace de aislante térmico, mantienen un frescor permanente que lo hacen innecesario. En todo caso se compra hielo y se mete en un cubo de zinc con la botella de vino. De todas formas se podría poner uno de gas, que por cierto no hacen ruido.
En julio de 2013 ya lo he puesto, y va de maravilla.
El doblado tiene una historia. Bueno, quizás deba explicar primero que se llama "doblado" por aquí a una especie de segundo piso de techo bajo ("soberado" en otros sitios), utilizado para guardar cosas, secar o curar verduras, frutas o jamones, etc. Ciertamente no como habitación, pues como ya digo el techo es muy bajo, en este especialmente. Y una importante función sí que tiene: la de aislante térmico, pues gracias a él la temperatura en verano se mantiene fresca abajo. La historia me la contó un hombre mayor, ya fallecido, y es la siguiente: al principio de la guerra civil mucha gente, aterrorizada, huyó al campo. Pero los buscaban, y cuando llegó el invierno era duro permanecer allí. El padre de este hombre fue uno de ellos; tras un tiempo, decidió marchar, andando, a Madrid (zona roja); pero primero quería ver a sus hijos, a modo de despedida; pero sin que ellos lo vieran a él, no fuera a ser que hablaran. Organizó entonces una merienda en la casa, adonde irían su mujer y los niños con alguien más, mientras el permanecería en el doblado. Las tablas que forman el suelo del doblado (y el techo de la habitación de abajo), llamadas alfajías, no están juntas, sino separadas por rajas. La idea era que él pudiera ver a los niños a través de esas rajas, desde arriba. Y así lo hizo y luego marchó.
Cuando acabó la guerra volvió y tuvo suerte, pues libró la vida y "sólo" fue condenado a cuatro años de cárcel.
Seguramente no solo el doblado, sino la casa entera tienen no una, sino cien historias, solo que yo no las conozco. Bueno, sí: su dueño anterior muchas veces me ha comentado "el hambre que pasé yo ahí" (refiriéndose a la posguerra).
En julio de 2013 ya lo he puesto, y va de maravilla.
El doblado tiene una historia. Bueno, quizás deba explicar primero que se llama "doblado" por aquí a una especie de segundo piso de techo bajo ("soberado" en otros sitios), utilizado para guardar cosas, secar o curar verduras, frutas o jamones, etc. Ciertamente no como habitación, pues como ya digo el techo es muy bajo, en este especialmente. Y una importante función sí que tiene: la de aislante térmico, pues gracias a él la temperatura en verano se mantiene fresca abajo. La historia me la contó un hombre mayor, ya fallecido, y es la siguiente: al principio de la guerra civil mucha gente, aterrorizada, huyó al campo. Pero los buscaban, y cuando llegó el invierno era duro permanecer allí. El padre de este hombre fue uno de ellos; tras un tiempo, decidió marchar, andando, a Madrid (zona roja); pero primero quería ver a sus hijos, a modo de despedida; pero sin que ellos lo vieran a él, no fuera a ser que hablaran. Organizó entonces una merienda en la casa, adonde irían su mujer y los niños con alguien más, mientras el permanecería en el doblado. Las tablas que forman el suelo del doblado (y el techo de la habitación de abajo), llamadas alfajías, no están juntas, sino separadas por rajas. La idea era que él pudiera ver a los niños a través de esas rajas, desde arriba. Y así lo hizo y luego marchó.
Cuando acabó la guerra volvió y tuvo suerte, pues libró la vida y "sólo" fue condenado a cuatro años de cárcel.
Seguramente no solo el doblado, sino la casa entera tienen no una, sino cien historias, solo que yo no las conozco. Bueno, sí: su dueño anterior muchas veces me ha comentado "el hambre que pasé yo ahí" (refiriéndose a la posguerra).
Casa El Pocito. |
La casa no tiene tampoco cuarto de baño, ni agua corriente dentro. La luz que tiene es sólo de placas solares, que no dan para electrodomésticos que tiren mucho; y eso es ahora, porque durante años sólo hubo velas o un petromán; pero se estaba tan a gusto que me daba igual.
Tampoco había agua: la tenía que llenar de una fuente que hay en una aldea cercana y traerla en bidones en un viejo coche. Y también me daba igual. Ahora hay un pozo. Después de todo, las pocas comodidades que tiene ahora son todo un lujo para como estaba antes. Me ducho calentando el agua en la cocina de gas y vertiéndola en un cubo-ducha, que cuelgo de una puntilla clavada en una viga; debajo pongo una barreño de zinc. Cuando termino, tiro el agua al campo. Y me quedo muy limpio.
El pozo es artesiano, no del tipo tradicional, y por tanto no tiene brocal. Una pena. No obstante es bonito poner aquí otro poema de Juana de Ibarbourou: "El Pozo":
Asiento de musgo florido
Sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor
Bajo el enorme paraíso en flor.
¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
Tal vez envidiosa, quizás dolorida!
Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta,
Bajo esta nerviosa ramazón violeta!
Vámonos. No quiero que el agua nos vea
Cuando me acaricies. Tal vez eso sea
Darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-- ¡Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!
El silencio lo compensa todo, si es que hay algo que compensar. El silencio y la lluvia.
(En la entrada "Mi alcoba" se leen y se ven más cosas de mi casa. )
El granado recién plantado. |
Sala. |
Merendero y alcornoque en el porche. |
TIERRA LA NUESTRA
por Rosalía de Castro.
A la plácida sombra del castaño
De nuestro buen país;
Bajo aquellos frondosos robledales,
Que endulzan el vivir;
Bajo la higuera del hogar paterno
Que años cuenta sin fin,
¡qué cuentos placenteros, qué amorosos
Diálogos, allí!
¡Qué risas en las tardes sosegadas
Del cariñoso abril!
Y También, ¡qué tristísimos adioses
Se acostumbran oir!
II
Quien casa tiene, tiene media vida,
Con cuatro tejas pudiéndose cubrir;
Cuatro troncos ardiendo en la lareira,
¡y a trabajar sin fin!
¡Valor, valor! Y espera, desdichado,
Mientras tengas aquí
Unas paredes tristes y desnudas
Que heredaste, infeliz,
De las que nadie despojarte puede.
¿Nadie. . .? Miserias, sí.
III
El horno está sin pan, el lar sin leña,
No canta el grillo allí,
Y si no es con la pena que lo abrasa
El pobre sólo está con su sufrir.
Sin qué comer y sin abrigo tiembla
Porque el viento sutil
Húmedo aún, silbando entre las piedras
No cesa de gemir.
¡Qué ha de hacer, Señor si el desamparo
Tiene en torno de sí!
¿Dejar la tierra en que nació y la casa
Donde espera morir?
¡No, que el invierno ya pasó, y la hermosa
Primavera está aquí!
¡Ya los árboles brotan en la huerta,
Ya llega el mes de abril,
Y aunque a torrentes llueve en horas tristes,
El sol ha de salir,
Ya se puede labrar la tierra; el hambre
Del pobre ya va a huir!
¡Ay! Que el que en ti nació, Galicia hermosa,
Quiere morir en ti.
IV
¡Oh parra mía de uvas albariñas,
Que tu sombra me das!
¡Y tú, saúco, de flores blanquísimas
Que curas todo mal!
¡Y tú, en fin, huerta mía tan querida
Con mi verde nabal!
¡Ya no habré de dejaros, las angustias
De mí se apartarán!
Ya el estío os recubre con sus frutos,
Todos son ricos ya
Y hasta las aves en los campos hallan
Su alimento y su hogar.
Las noches son tranquilas y serenas,
Clara la luna está,
Y así duermo, alumbrándome la lámpara
Que al pobre luz le da:
Lámpara hermosa, eternamente hermosa,
Consuelo del mortal.
Un amigo ha desbrozado la parte baja de la finca y ha aparecido un manzano enorme, cargado de fruta; y también en el arroyo corría el agua, a pesar de ser últimos de julio. Los bancales están en perfecto estado de conservación, con sus paredes de piedra sin cemento, a veces de hasta 3 metros de altura, a pesar de haber sido abandonados hace decenas de años. Hay dos bancales grandes, pero muchos más pequeños, de modo que no quedara nada sin poderse cultivar. Han aparecido también las ruinas de piedra de una especie de habitación cuadrada, de unos 10 metros cuadrados, que mi amigo dice que pueden ser los restos de una calera.
La Madre de todas las Encinas. |
Noviembre de 2013. |
Fachada y gato Romeo. |
Un amigo ha desbrozado la parte baja de la finca y ha aparecido un manzano enorme, cargado de fruta; y también en el arroyo corría el agua, a pesar de ser últimos de julio. Los bancales están en perfecto estado de conservación, con sus paredes de piedra sin cemento, a veces de hasta 3 metros de altura, a pesar de haber sido abandonados hace decenas de años. Hay dos bancales grandes, pero muchos más pequeños, de modo que no quedara nada sin poderse cultivar. Han aparecido también las ruinas de piedra de una especie de habitación cuadrada, de unos 10 metros cuadrados, que mi amigo dice que pueden ser los restos de una calera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario